En esa época, Alianza Lima ya contaba con gran legión de hinchas y muchos periodistas también se sentían atraídos por su fútbol atildado y armonioso. Los universitarios eran ilustres desconocidos. Y tan seguros estaban los aliancistas de ganar el título, que su trío central: Villanueva, Demetrio Neyra y Alberto Montellanos se habían comprometido a reforzar al Atlético Chalaco a una gira por Chile, que se iniciaba al día siguiente lunes. ¡Se fueron!.
Y como entonces lo que sobraba era tiempo, el desempate y segundo clásico se programó para el 21 de octubre que caía domingo. Alianza debió recurrir a jugadores veteranos, que habían campeonato en la Liga, como el centrodelantero Guillermo Rivero, el puntero Ko Choy Sarmiento y el interior Juan Bulnes. Ese segundo clásico terminó igualado 1-1 y los dirigentes de la Federación debieron pactar un tercer compromiso para el 1 de noviembre, feriado por ser Día de todos los Santos.
Recién, entonces, afloró la mayor experiencia de los aliancistas que se impusieron por 2-0, con anotaciones de Rivero y Bulnes. No obstante, había quedado en la retina de los aficionados el juego ardoroso, vibrante, con entrega total de los universitarios, quienes nunca se doblegaron ante la supuesta jerarquía aliancista.
Hay hechos notables que pasé por alto en el primer clásico. Y es que en el nuevo Estadio Nacional habían palcos especiales a ras de la cancha, que sólo los separaba una valla de 1.20 m. de altitud. Allí estaban los principales hinchas de los universitarios, familiares, que vestían de acuerdo a la época con levita, escarpines, sombrero y los infaltables bastones. Y cuando el árbitro uruguayo Borelli expulsó a los cinco aliancistas, estos, al pasar por los palcos, fueron insultados como "Maletas", "Borrachos", "Malosos" y algún otro improperio, que desencadenó la furia de los expulsados, quienes saltaron la valla y la emprendieron a golpes contra los que insultaban, quienes se defendieron de los puñetes y patadas con sus bastones, cuyos mangos eran de metal. Por so ese clásico pasó a la historia como el de "Los Bastonazos".
Y el otro hecho notable, fue la actuación del árbitro Julio Borelli, quien había venido del Uruguay integrando una terna de técnicos que la Federación había contratado en Montevideo para el Sudamericano de 1,927. El titular fue Pedro Olivieri, su asistente Manuel Blanco y Borelli quedó en espera. Como sabía de arbitraje, fue el fundador del Colegio de Árbitros de Fútbol y ejerció la DT en el seleccionado peruano que disputó el Sudamericano de 1,919 en Argentina.
Texto: R.S.B.
Y como entonces lo que sobraba era tiempo, el desempate y segundo clásico se programó para el 21 de octubre que caía domingo. Alianza debió recurrir a jugadores veteranos, que habían campeonato en la Liga, como el centrodelantero Guillermo Rivero, el puntero Ko Choy Sarmiento y el interior Juan Bulnes. Ese segundo clásico terminó igualado 1-1 y los dirigentes de la Federación debieron pactar un tercer compromiso para el 1 de noviembre, feriado por ser Día de todos los Santos.
Recién, entonces, afloró la mayor experiencia de los aliancistas que se impusieron por 2-0, con anotaciones de Rivero y Bulnes. No obstante, había quedado en la retina de los aficionados el juego ardoroso, vibrante, con entrega total de los universitarios, quienes nunca se doblegaron ante la supuesta jerarquía aliancista.
Hay hechos notables que pasé por alto en el primer clásico. Y es que en el nuevo Estadio Nacional habían palcos especiales a ras de la cancha, que sólo los separaba una valla de 1.20 m. de altitud. Allí estaban los principales hinchas de los universitarios, familiares, que vestían de acuerdo a la época con levita, escarpines, sombrero y los infaltables bastones. Y cuando el árbitro uruguayo Borelli expulsó a los cinco aliancistas, estos, al pasar por los palcos, fueron insultados como "Maletas", "Borrachos", "Malosos" y algún otro improperio, que desencadenó la furia de los expulsados, quienes saltaron la valla y la emprendieron a golpes contra los que insultaban, quienes se defendieron de los puñetes y patadas con sus bastones, cuyos mangos eran de metal. Por so ese clásico pasó a la historia como el de "Los Bastonazos".
Y el otro hecho notable, fue la actuación del árbitro Julio Borelli, quien había venido del Uruguay integrando una terna de técnicos que la Federación había contratado en Montevideo para el Sudamericano de 1,927. El titular fue Pedro Olivieri, su asistente Manuel Blanco y Borelli quedó en espera. Como sabía de arbitraje, fue el fundador del Colegio de Árbitros de Fútbol y ejerció la DT en el seleccionado peruano que disputó el Sudamericano de 1,919 en Argentina.
Texto: R.S.B.